miércoles, 25 de abril de 2012

El árbol de las letras

Nuestra propuesta para la Semana del libro ha sido la creación de un Árbol de las letras, cuya sabia creara libritos, en este caso minicuentos, inspirados en algunos escritores del s. XX, como Ana María Matute, Augusto Monterroso o Eduardo Galeano.
A partir de aquí, hemos podido repartir cuentos en la sala de profesores, el alumnado ha creado cuentos propios y en los recreos se está llevando a cabo un taller de cuentos para que quien quiera pueda llevarse a casa su ejemplar.
El Árbol de los Cuentos
Muy buen resultado.

domingo, 22 de abril de 2012

Día Internacional del Libro





La lectura: Un sinónimo de felicidad

Sí, he dicho en el título felicidad, esa palabra que, según el
diccionario, tiene dos acepciones. La primera, "estado de
ánimo que se complace en la posesión de un bien" y, la
segunda, "satisfacción, gusto, contento". Y a las dos conviene
el disfrute de la lectura, como todos los aficionados a ella
saben e ignoran los iletrados. Éstos creen que detrás de esa
palabra, felicidad, se esconde al menos el parto de los montes,
las huríes del profeta y el cuponazo. Y, al fin, resulta que, como
todo lo humano, la felicidad es algo más modesto y hecho a la
medida del hombre. La felicidad puede representarse, por
ejemplo, en la luz de la mesilla de noche encendida y, sobre
ésta, el libro que estamos leyendo y que, casi desde el principio,
nos depara tanto placer que ya andamos temiendo su final.

Porque siempre es poco y no mensurable con el reloj el tiempo
que se dedica a algo que nos produce goce.

Dice Valéry Larbaud en su ensayo Ese vicio impune, la lectura:
"La lectura es una especie de vicio, semejante a los hábitos a los
que volvemos con un sentimiento vivo de placer, en los
que nos refugiamos y aislamos, y que nos consuelan y guardan
una oportunidad de revancha de nuestros pequeños sinsabores".

Y añado yo que este hábito resulta aún más gustoso si lo formamos
en la niñez, época en la que el lector es más activo ante el libro.
Así el niño que lee La Isla del Tesoro, lee también su propia obra
en colaboración con Stevenson, pues la ha enriquecido con sus
experiencias, sentimientos y ensueños, añadiéndole aventuras,
episodios y personajes de su propia invención. Y ese mismo lector,
cuando abandone la niñez y abra otra vez las viejas páginas de La
Isla del Tesoro, volverá a percibir, junto al inagotable tesoro del
mundo maravilloso que allí se encierra, el violento perfume de la
infancia abolida y ahora recuperada como por arte de encantamiento.

Fernando Ortiz











martes, 10 de abril de 2012